I
Todos en uno deben –casting de por medio- representar a Moisés, el de las Tablas. No es cuestión de barbas ni de túnicas: representar configurando una presencia viva, mayestática, de ascendencias bíblicas. Ningún actor halla recursos. Las actrices empiezan a lagrimear. El apuntador, al fin, saca fuerzas de muy adentro y baja despacio el telón.
II
El do de pecho le sale profundo y honorable. Pero le cuesta impostar su laringe para el fa y el si con vibratos. Hace años que va al profesor de canto con la misma voluntad. Hoy, al terminar la clase, éste le dice con tristeza que se jubila y que, sinceramente, le aconseja que cambie de garganta.
III
La historia mínima de esa mujer importa poco. Una mujer sola, ni fea ni bella, más bien lenta, poco laboriosa, sin inquietudes aparentes. Conoce todas las casas de moda, las cremas y los perfumes, las últimas marcas de relojes, los itinerarios turísticos más sofisticados. Todo eso lleva tiempo.
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