De ciencia ficción


I

De ciencia ficción es lo que ha ocurrido en el refectorio del colegio. El rector está harto de que tiremos la comida o que nos demos panazos unos contra otros. Hoy, a poco de sentarnos, se sintió una voz profunda, clara, que decía: En lugar de la multiplicación de los panes, los dividiremos y quedará uno solo. Migas de ese pan compartirán hoy, entre todos. Y quizá mañana.

II

No es de Bradbury, pero poco le falta. En la foto de mi familia estaban los cuatro abuelos, con sus cuatros hijos, sus cuatro nueras y sus cuatro nietos. Todos inmóviles para el fogonazo. Se baja el siglo XX del calendario. La miro hoy, a mis cincuenta años, y advierto con horror que están todos menos los nietos. Sólo tres. Y el que falta soy yo.

III

Todo comenzó cuando un chico de segundo, jugando en el patio, se fue por el resumidero. No hubo más recreo. Al día siguiente, la escuela se conmocionó de nuevo: otro alumno de tercero se tragó una tiza y se murió asfixiado. Los pizarrones enmudecieron. Cuando a la semana se hundió el piso de un aula con pupitres y todo, el director cerró la escuela. (Nunca se vio a los chicos del pueblo tan felices, en la plaza, subidos al monumento a San Martín).

IV

A las doce de la noche se levanta. No sabe por qué se mueve la cama. Mira abajo del mueble, pero nada. Algún sismo, quizá. Vuelve a acostarse. Su cama se mueve para todos lados. Se sienta en una silla. Piensa. Hoy hace diez años que murió Papá. Tan bueno, tan sereno. Lástima que nunca logró controlar su Mal de San Vito.

V

Después de caminar unos pasos por Vía Véneto, (todavía en sus ojos los planos clásicos del Palazzo Barberin) Ursula se detiene. Frente a ella, una estatua se desplaza. Sí: se desplaza hacia ella un Apolo magnífico, casi único. Le palpita el corazón. Tiemblan sus sienes. El Apolo abre los brazos. Ella los suyos. Y de pronto, pasa de largo y desaparece. Detrás, un estrépito. Presurosa, levanta del suelo unos genitales de mármol, los guarda en la cartera y sigue.

VI

En el vuelo regular a Buenos Aires, Jorge siempre escribe historias. Sobre las letras impresas de su pasaje, en la servilleta del servicio de catering, en algún papelito guardado en el bolsillo. Hoy es la primera vez que no halla soporte. Guarda la lapicera y escribe en las nubes.

1 comentario:

  1. Primera vez que lo leo y admiro , reciba mis felicitaciones nuevamente.

    www.pincelsuhr.blogspot.com

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Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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