Laberintos


I

En el segundo laberinto se extravió. Ya no estaba el unicornio para guiarlo y él presintió que este otro conducía a la muerte. No se equivocó del todo. A los once días lo hallaron falto de razón, sin poder articular palabra y con los ojos desorbitados.

II

Borges sale de su casa de calle Maipú y al llegar a la plaza San Martín advierte que han levantado un laberinto de carteles publicitarios. Los mira, los mira con curiosidad, sin descifrarlos. El sólo sabe leer libros.

III

Nada como perderse en un laberinto de palabras. Por ejemplo, en una declaración de amor en la que no están muy claros los argumentos. Ella entiende que, en verdad, él tendría que decirle que la ama. Pero insiste e insiste, y se enreda en un oscuro callejón para la burla.

1 comentario:

  1. Hermoso texto, el laberinto del amor, confundido en las palabras. Rita

    ResponderEliminar

Acerca del autor

Acerca del autor

Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

Bienvenidos

Visit http://www.ipligence.com

Seguidores