Soliloquios


I

Viajo a Nigeria. Llevo poco combustible, lo sé. Pero no me importa llegar: sólo partir. Enciendo una cerilla y la tiro sobre el bidón de gasoil. Después, con la parsimonia debida, abro el mapa y clavo otra cerilla bien en medio de la palabra Nigeria.

II

En la urgencia, los códigos están bien precisados: quien no nada, se ahoga. Miro hacia las profundidades del océano, el barco que se hunde, la noche cerrada, y empiezo sin dudarlo un curso acelerado de natación.

III

Hoy entré al cementerio de ángeles. Fragancia de magnolias. Todos de pie. Alas caídas. Cuencas sin brillo. Olvidados de su paraíso, aún así, no quieren ni pueden aceptar que los hayan sepultado en la Tierra.

IV

Lo de los ángeles con las alas quebradas es historia vieja. O los ángeles con las alas cansadas, ídem.Yo he escuchado, en cambio, que a algunos querubines, arcángeles y tronos no les crecieron lo suficiente. Pueden volar –vuelos rasantes, los más- pero no alcanzan la altura de la celebración. Como buen cristiano, quisiera saber a cuáles no debo confiarme. Y en qué estado está mi ángel custodio.

V

El sortilegio va en el anular izquierdo. Y lo mayestático, más imponente, en el dedo medio de la mano derecha, la que da órdenes. (La cadena de lo dubitable la dejo caer, sin sonido, por debajo de la túnica).

VI

María Callas canta para mí todas las mañanas, cuando la aurora. Claro que es a través de un CD, pero igual Tutte le torture y Ritorna Vincitor, están en mis oídos con los debidos decibeles. Puede ser que alguna mañana el aparato no esté en buenas condiciones y ella se niegue a cantar. Pero tengo mi receta de persuación. Le recuerdo a Monserrat Caballé, y la ira le recupera de inmediato el poder de sus cuerdas vocales.

V

Cuando inventé la máquina para hacer pájaros, todos creyeron que estaba del tornillo. Pero yo sabía bien lo que hacía y cómo lo hacía. No se trataba de aquellas máquinas parlantes medievales, ni de objetos con equipos de sonido. Se trataba, simplemente, de aparatos que aceleraban la fertilización de los huevos y duplicaban su potencial genético. Un día, cuando infecté de tordos negros toda la ciudad, decidí romperla. Justo a tiempo que una patrulla de gendarmes venía a buscarme.

VI

Con mi prima, Simone de Beauvoir, recorrimos y jugamos en todas las plazas de Paris. Dejamos de vernos, pero yo nunca la olvidé. Ya gran escritora, nos cruzamos varias veces, pero ella evitó el reencuentro. Debo reconocer que yo jamás hubiera dicho, jamás, que ella era tartamuda de niña. Y que se comía las uñas de los pies.

VII

Mi sombra se baña todos los días domingos y queda bien limpita durante la semana. Yo hago como que no me doy cuenta del rito, pero el día que no lo haga o que lo postergue un poco, sé que la desconoceré como propia.

VIII

Dos espacios: uno para crecer, otro para desaparecer sin rastros. Dos espacios: uno para nombrar y otro para ser nombrado. Dos espacios: uno para el cielo, otro para la tierra. Dos espacios para mí solo.

IX

Dos sucesos me han alarmado últimamente. Uno, que ya no me atrae La ronda nocturna, de Rembrandt. El otro, que rechazo el cognac. Algo ha cambiado. Miro mi cédula: ya no figura Anselmo Rodríguez. Bajo mi foto, está escrito Aniceto López.

4 comentarios:

  1. Sí, mereció la pena leer escritos tan bonitos que nos hace aprender y reflejar sobre varias cuestiones. Gracias por compartir Norma querida! Míos más sinceros cumplimientos al poeta...Marta Rodriguez

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  2. Es realmente reconfortante leer escritos como los de este gran escritor y poeta. La calidad siempre es reconfortante, siempre deja ese buen sabor de lo bello, y con ello me voy a descansar, mañana seguiré disfrutando. Gracias Norma por mostrar.
    Desde España, Dolores Velasco

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  3. MUY AGRADABLE LEER A ESTE AUTOR. MUCHAS GRACIAS POR COMPARTIRLO
    ALICIA (Alvit Oillart)

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Acerca del autor

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Biobibliografía

Poeta, ensayista, crítico de arte, Jorge M. Taverna Irigoyen nació en Santa Fe. Ha publicado una decena de libros de poesía, crítica e historia del arte, mereciendo numerosos premios por su labor. Publicó sus narraciones breves bajo el título Historias verosímiles en la revista Letras de Buenos Aires y en el suplemento cultural de El Litoral de Santa Fe. Fue Director Provincial de Cultura, director y fundador del Centro Trandisciplinario de Investigaciones de Estética de Santa Fe y presidente de la Asociación Santafesina de Escritores. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte y Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes.

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